24.10.06

Los amigos del Brodsky Quartet

687 días


Tirando de agenda, la visita de la semana que viene del Cuarteto Brodsky a Santa Cruz de Tenerife es una buena excusa para escuchar algo de ellos.

Si bien existe desde 1972, este par de violines + viola + chelo ha escapado al restringido círculo de amantes de la música de cámara en la década del noventa, a partir de sus colaboraciones con personajes como Elvis Costello y Paul McCartney. Con el gafotas hicieron una pequeña maravilla llamada The Juliet Letters, de argumento típicamente costelliano: se trata del recuerdo de las cartas que ha tenido que contestar Julieta Capuleto a los corazones rotos del mundo que le escriben a su casa en Verona.

Aunque las letras del disco son obra de la ficción, no lo es el hecho de que a Julieta le escriben. Y, según tengo entendido, el ayuntamiento de Verona tiene una persona a la que le pagan por contestar las innumerables cuitas que dan trabajo al cartero en la supuesta casa de la infortunada novia de Romeo.

No he conseguido nada aún de un concierto que hicieron en el Royal Albert Hall juntos Costello & Macca con el cuarteto —aunque no pierdo las esperanzas de reunir ese material algún día—, sí puedo compartir algo de una noche de diciembre de 1999. Fue en The Union Chapel y eran los Brodsky junto con Björk, en vísperas de una Navidad que se hace notar en la introducción de "It´s Oh So Quiet".



It’s Oh So Quiet - Björk & The Brodsky Quartet

Joga - Björk & The Brodsky Quartet

I´ve Seen It All - Björk & The Brodsky Quartet

Bachelorette - Björk & The Brodsky Quartet

1 comentario:

Ayoze García dijo...

Elvis Costello fue una de mis mayores obsesiones musicales durante dos o tres años, pero de eso ya hace bastante. Tengo casi todos sus discos, incluido este con el Brodsky Quartet.

Y bueno... me parece un álbum muy valiente, prácticamente único en su género (al menos si no se tienen en cuenta los homenajes que algunos cuartetos de cuerda han rendido a Kraftwerk y Metallica), aunque tampoco es algo que me apetezca escuchar con frecuencia. Eso sí, reconozco que el concepto es intrigante y, cuando no excede las dosis de melodrama recomendables para el organismo, el resultado merece la pena.